Una historia de la guerra

Hace unos días, por casualidades del destino, terminé conociendo personalmente a Francisco, un coleccionista de billete español y alemán, además de un fanático de la historia, con especial interés en la segunda guerra mundial.

Durante el breve tiempo que me permitió examinar su colección, sentados en la mesa de una cafetería, me contó una anécdota de la guerra civil… Me gustó tanto, que le pedí por favor me la escribiese para publicarla.

Copio y pego la historia tal cual:

Os voy a contar una anécdota verídica que en varias ocasiones me contó mi amigo Jesús, abogado y gran coleccionista de sellos e historia postal, al ver mi colección de billetes.

Primero situemos el contexto de esta pequeña historia:

Su abuelo es soldado en el bando republicano, destinado en una unidad de artillería del ejército popular. Como era panadero le destinan a las cocinas de campaña; estamos en las Navidades de 1.937 durante el transcurso de la batalla de Teruel, denominados así a todos los enfrentamientos producidos entre el 15 de diciembre de 1.937 y el 22 de febrero de 1.938.

Los republicanos atacan y consiguen tomar Teruel.

Una compañía de ametralladoras, apoyada por un tanque T34 ruso, atacaba una pequeña columna de camiones, poco protegida, que huía hacia las líneas franquistas. Éstos, al verse superados en número y potencia de fuego, gracias al tanque, se rinden.

En la columna va una camioneta de la Cruz Roja con sus emblemas. Los soldados suponen que llevará heridos, abren las puertas y dos soldados se rinden con los brazos en alto. Aquellos dos soldados protegían dos enormes cajas fuertes que son abiertas de inmediato al ser amenazados de muerte si no las abren.

Al abrirse, el oficial al mando queda atónito al ver su contenido: en la primera caja, un saco lleno de duros de plata y varios saquitos con algunas monedas de oro, anillos, cadenas y diversas joyas procedentes de la población de Teruel, que había donado a la causa franquista. Y, en la otra caja, fajos y fajos de billetes de Burgos y anteriores, del reinado de Alfonso XIII.

Como curiosidad: las tropas sin graduación mejor pagadas eran las marroquíes que ganaban 10 pesetas diarias.

Llenan varios sacos de pan con ellos. Estamos en el invierno más frío que se recuerda, con temperaturas de hasta veinte grados bajo cero.

En las estepas de Teruel todo está nevado, no hay ni árboles.

El dinero requisado es llevado al búnker del puesto de mando, y deciden guardar hasta nueva orden los duros de plata y las joyas.

El oficial al mando junto con los comisarios políticos deciden destruir todos los billetes, en ésto que aparecen los encargados de las cocinas de campaña y cuentan que no hay ni madera ni carbón para encender los hornillos de las cocinas, así que se decide utilizar los billetes como combustible.

En cada cocina de campaña habrá un comisario político que dará fe por escrito de la destrucción de los billetes.

Aquí aparece el abuelo de mi amigo en esta historia: Le dan un saco lleno de billetes, encendiendo el horno para hacer el pan. Imaginad la cara de aquel hombre que no había visto un billete de mil pesetas en su vida y allí había fajos enteros.

Por la fecha serían de la emisión de 1.936, impresos en Alemania, y “otros fajos de billetes de 100 pesetas usados verdosos”, contaba su abuelo, “con dibujos de mujeres con túnicas”, debían ser los de Alegorías de 1.906 y 1.907.

Contaba su abuelo que se quedó con ganas de meterse alguno entre la ropa, pero le intimidaba la mirada del comisario político, muy atento a que todos se destruyeran y privar así al enemigo de su moneda.

Así acabaron aquellos montones de billetes pasto del fuego, aliviando la suerte de esos pobres soldados que pudieron comer pan con una lata de sardinas y un trozo de membrillo, que recibieron de rancho aquel día.

Cuando el protagonista de esta historia ya era anciano, contaba a mi amigo, su nieto, cuanto se arrepintió de no quedarse algunos. ¡Si hubiera sabido que Franco ganaría la guerra!. Pudo haber aprovechado durante los minutos que que el comisario le dejó solo, pero el miedo a que al regresar le registrara y le descubriera pudo más que el deseo de quedárselos.

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Acerca de Luis Herrero 11 Articles
Soy coleccionista de billetes desde hace más de 15 años, y me apasiona la notafilia en todos sus aspectos. He trabajado en diversas empresas de certificación de billetes, donde habiendo aprendido de los mejores, me he convertido en especialista en la graduación de papel moneda. Actualmente me dedico a lo que más me gusta: Realizo asesoramiento en inversiones notafilicas, tasaciones de colecciones, y comercio con billetes de todo el mundo. Ver más sobre mí

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