
En la Isla de Cuba se emitieron billetes por diversos Bancos con la autorización del Gobierno de España, Banco Español de La Habana, Banco Español de la Isla de Cuba, Banco Hispano – Colonial y por el Tesoro de la Isla de Cuba.
La particularidad y dinámica de las finanzas cubanas durante las últimas décadas del siglo XIX han constituido un punto de obligada atención para cualquier intento que se proponga profundizar en el conocimiento de las relaciones coloniales entre España y la mayor de las Antillas. El comportamiento seguido por las finanzas públicas de la isla hasta 1898 solo puede ser explicado dentro del marco de las relaciones coloniales de Cuba con su metrópolis. Este asunto constituyó un factor de mucho peso en el comportamiento de las relaciones ente los cubanos pertenecientes a los más diversos grupos sociales de la isla y los sucesivos gobiernos y partidos políticos de La Península, especialmente si son tomados en cuenta los excesos y la arbitrariedad que caracterizaron al sistema tributario establecido por la metrópolis en su principal colonia antillana.
El uso del papel moneda en Cuba se había generalizado mucho antes que en a metrópoli con la colaboración principalmente del Banco Español de la Habana. En la última década del siglo XIX su uso era casi exclusivo, fundamentalmente por la no convertibilidad en metal de los billetes emitidos extraordinariamente por la guerra.
Es bien conocido que la practica seguida por la administración colonial española en Cuba con respecto a las finanzas públicas se había basado en una continua transferencia de fondos desde la isla hacia la metrópolis, siempre con vistas a solventar infinidad de gastos de la más diversa naturaleza. De este modo, el también llamado Tesoro de la Isla de Cuba debió́ asumir en distintos momentos los gastos de guerra, tales como los relativos a las campañas militares llevadas a cabo por España para la recuperación de algunas de las colonias americanas como Santo Domingo (1863-1865) y Perú́ (1866), o los ocasionados por el apoyo militar prestado por la Corona de España al Emperador Maximiliano de Austria con el propósito de conservar su poder en México, en 1862.
Según se afirma, también se habían girado contra las cajas cubanas varios anticipos para el sostenimiento de la guerra contra los carlistas en el propio territorio peninsular. Los gastos de nómina del servicio exterior en toda la América, así́ como los originados por la propia administración de la isla y los correspondientes a las llamadas «clases pasivas», o jubilados de la burocracia colonial que había prestado servicios en el territorio insular, un verdadero «barril sin fondo» que debió́ mantenerse lleno a partir de las rentas producidas por la preciada colonia antillana y por lo menos hasta el año de 1896 debió́ servir de garante para la obtención de anticipos bancarios. Sin embargo, se ha calculado que, de los veinte millones de pesos generados anualmente por las recaudaciones cubanas, solo cuatro millones eran destinados por el Gobierno a los gastos de diversa naturaleza que debían ser atendidos en la propia isla.
Es necesario recordar que una vez que hubo comenzado la primera guerra por la Independencia de Cuba, en el lejano octubre de 1868, los gastos militares en que incurrió́ el ejército español durante aquella campaña que duró diez años, también fueron girados contra la aparentemente inagotable cuenta cubana. Sin embargo, la situación cambió posteriormente, puesto que los infinitos gastos militares y navales que debió́ asumir España durante la última guerra de Independencia de Cuba (1895-1898) pusieron al límite sus posibilidades financieras, no solo al por entonces casi virtual Tesoro de la Isla de Cuba, sino también al de la de la propia metrópolis, aunque finalmente el monto total de tales gastos resultó ser consignado a una sola cuenta, la llamada eufemísticamente Deuda de Cuba.
Mediante la ley presupuestaria de 1890/91 se aprobó la conversión de las deudas existentes en deuda amortizable al 3% y 2% de amortización. La amortización de los billetes del Banco Español de la Habana se realizaría mediante la creación de nuevos billetes canjeables al 50% del valor nominal de los anteriores. Se autorizo que se contrajera una deuda flotante adicional por le 25% del total del presupuesto. Dicha ley dejaba abierta la posibilidad a adoptar el patrón plata sustituyendo al oro.
El 27 de septiembre de 1890 se dispuso la emisión de 1.750.000 billetes hipotecarios de la isla de Cuba de 500 pesetas con un total de 875 millones de pesetas, a un interés del 5%. Estos recursos se utilizarían para consolidar la deuda flotante y amortizar los títulos de deuda existentes al 6% de 1882, billetes hipotecarios al 6% de 1886 y los billetes de la emisión de guerra. De estos solo 340.000 títulos fueron puestos a suscripción publica, al 95% a través del Banco Hispano-Colonial, que garantizo la totalidad de la suscripción a cambió de una comisión del 3%.
Y en este momento llegamos a nuestro protagonista con el decreto de 12 de agosto de 1891, en el que se estipulo el canje de los billetes de la emisión de guerra al 50% de su nominal por otros billetes de nueva creación, excepto de los menores de 5 pesos que lo serian por moneda nacional, que fue mandada acuñar por el ministro de Ultramar, Antonio María Fabié. Aquí se crean en 1891 los billetes de el Tesoro de la Isla de Cuba, siendo estos una serie comprendida por los valores de 5, 10, 20, 50, 100 y 200 pesos, de bellísima factura confeccionada por Bradbury & Wilkinson de Londres, a menudo confundidos por billetes bancarios (cuando son del Tesoro) al ser al portador, inicialmente solo servían para pagos al Estado a excepción de aduanas, pero con el tiempo su uso se convirtió en cotidiano en todos los ámbitos.
Para entonces el Tesoro de la Isla de Cuba, se había convertido en una entidad en situación precaria, en la cual ni siquiera la misteriosa partida de «Obligaciones Generales» alcanzaba a ser cubierta con las rentas producidas por la totalidad de las aduanas del país. Con el fin de ofrecer un mayor detalle sobre la situación de las finanzas en la isla durante el periodo transcurrido entre el año fiscal de1894-1895 y el primer semestre del correspondiente a1897- 1898, a continuación, se insertan dos tablas con los valores representativos de los gastos y los ingresos de la isla en aquellos años previos al término de la dominación colonial. En ellas puede apreciarse con claridad la dinámica seguida por la estructura de los ingresos así como por la deformada composición de las partidas de gastos.

El billete que mostramos corresponde a los 200 pesos, emitido el 12 de agosto de 1891, fabricados por Bradbury & Wilkinson de Londres. con matriz y sin firmas (es muy raro ver algún superviviente con firmas).
Curiosidad número 4076 y el que aparece en el catálogo Edifil es el número 4073, se llevan 3 números.
Un artículo genial!
Es un placer poder leerte por aquí.